Esta es una traducción del artículo publicado en el diario New York Times del 6 de septiembre de 2009.

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¿Cómo fue que los economistas lo hicieron tan mal?
por Paul Krugman

VI. La querella sobre los estímulos

Entre 1985 y 2007 se estableció una falsa paz en el campo de la macroeconomía. No había habido ninguna convergencia real de puntos de vista entre las facciones de agua salada y de agua dulce. Pero corrían los años de la Gran Moderación, un extenso período durante el cual la inflación estaba dominada y las recesiones eran relativamente suaves. Los economistas de agua salada creían que la Reserva Federal tenía todo bajo control. Los economistas de agua dulce no pensaban que las acciones de la Fed fueran realmente beneficiosas pero estaban deseosos de dejar las cosas tranquilas.

Pero la crisis terminó con esta falsa paz. Súbitamente las estrechas, tecnocráticas políticas que ambos lados estaban dispuestos a aceptar ya no eran suficientes y la necesidad de una respuesta más amplia dejó a descubierto los viejos conflictos de modo más agudo que nunca.

¿Porqué aquellas políticas estrechas y tecnocráticas ya no eran suficientes? la respuesta, en una sola palabra, es cero.

Durante una recesión normal la Fed responde comprando a los bancos letras del Tesoro, deuda soberana a corto plazo. Esto lleva hacia abajo las tasas de interés de la deuda del gobierno; los inversores a la búsqueda de tasas superiores de retorno se mudan a otros activos, empujando también a la baja a otras tasas de interés; y normalmente esas menores tasas de interés acaban por producir un rebote en la economía. La Fed manejó la recesión que comenzó en 1990 llevando las tasas de interés de corto plazo de 9% a 3%. La recesión que comenzó en 2001 fue manejada llevando las tasas de 6,5% a 1%. Y se trató de manejar la actual recesión bajando las tasas de 5,25% a cero.

Pero cero resultó no ser suficientemente bajo para terminar con esta recesión. Y la Fed no puede llevar las tasas debajo de cero porque con tasas cercanas a cero, los inversores simplemente atesoran efectivo antes que prestarlo. Entonces hacia fines de 2008, con tasas de interés en lo que los macroeconomistas llaman "límite inferior cero" mientras la recesión se seguía profundizando, la política monetaria convencional había perdido tracción por completo.

¿Y ahora qué? Esta es la segunda vez que los EEUU han estado en el límite inferior cero, la vez anterior fue en la Gran Depresión. Y fue precisamente la observación de que hay un límite inferior para las tasas de interés lo que llevó a Keynes a abogar por mayor gasto gubernamental: cuando la política monetaria es inefectiva y no se puede persuadir al sector privado de gastar más, el sector público debe tomar su lugar sosteniendo la economía. El estímulo fiscal es la respuesta Keynesiana a la clase de situación económica de tipo depresivo en la que nos encontramos actualmente.

Este pensamiento Keynesiano subyace las políticas económicas de la administración Obama y los economistas de agua dulce están furiosos. Durante alrededor de 25 años toleraron los esfuerzos de la Fed de administrar la economía pero un resurgimiento Keynesiano en todo su esplendor era algo totalmente diferente. Lucas, de la Universidad de Chicago, escribió en 1980 que la economía Keynesiana era tan ridícula que "en seminarios de investigación la gente ya no toma más en serio las teorizaciones Keynesianas, los asistentes comienzan a susurrar y a reírse entre ellos. Aceptar que Keynes, después de todo, tenía ampliamente razón sería un descenso demasiado humillante.

Y así Cochrane, de Chicago, indignado con la idea de que el gasto público pudiera mitigar la actual recesión, declaró: "Eso no está en lo que nadie haya enseñado a estudiantes graduados desde la década de 1960. Ellas [ideas Keynesianas] son cuentos de hadas que han sido probados falsos. En tiempos difíciles es muy reconfortante volver a los cuentos de hadas que escuchamos cuando éramos chicos, pero eso no los hace menos falsos". (Una marca de cuan profunda es la división entre agua salada y agua dulce es el que Cochrane no crea que "nadie" enseñe ideas que, de hecho, se enseñan en lugares tales como Princeton, M.I.T. y Harvard).

Mientras tanto los economistas de agua salada, que se habían confortado en la creencia de que la gran división en la macroeconomía se estaba estrechando, quedaron sorprendidos al comprender que los economistas de agua dulce no habían estado escuchando nada. Los economistas de agua dulce que echaban pestes contra los estímulos no sonaban como académicos que habían sopesado los argumentos Keynesianos y que los encontraban insatisfactorios. Más bien sonaban como personas que no tenían idea de lo que se trataba la economía Keynesiana, que resucitaban falacias de antes de 1930 en la creencia de que estaban diciendo algo nuevo y profundo.

Y no fueron solamente las de Keynes las ideas que parecían olvidadas. Como lo señaló Brad DeLong, de la Universidad de California Berkeley en sus lamentos sobre el "colapso intelectual" de la escuela de Chicago, la posición actual de la escuela equivale también a un rechazo completo de las ideas de Milton Friedman. Friedman creía que, para estabilizar la economía, debía utilizarse la política de la Fed en lugar de cambios en el gasto público, pero él nunca afirmó que un incremento en el gasto gubernamental no puede, bajo ninguna circunstancia, impulsar el empleo. De hecho releyendo el resumen que hizo Friedman de sus ideas en 1970, "A Theoretical Framework for Monetary Analysis", lo que sorprende es cuan Keynesiano aparece.

Y Friedman seguramente nunca compró la idea de que el desempleo masivo representa una reducción voluntaria del esfuerzo laboral o la de que las recesiones son realmente buenas para la economía. Pero la generación actual de economistas de agua dulce ha estado argumentando ambas cosas. Así Casey Mulligan de Chicago sugiere que el desempleo es tan alto porque muchos trabajadores están prefiriendo no emplearse: "Los empleados encuentran incentivos financieros que los alientan a no trabajar ... la menor tasa de ocupación se explica más por las reducciones en la oferta de mano de obra (el deseo de trabajar de la gente) que por la demanda de trabajadores (la cantidad de empleados que los empleadores necesitan tomar)". Mulligan ha sugerido en particular que los trabajadores están prefiriendo seguir desempleados porque así mejoran sus posibilidades de recibir subsidios hipotecarios. Y Cochrane declara que la alta tasa de desempleo es realmente algo bueno: "Deberíamos tener una recesión. La gente que pasa su tiempo clavando clavos en Nevada necesita alguna otra cosa que hacer".

Personalmente considero que esto es una locura. ¿Porqué haría falta tener desempleo masivo a través de todo el país para que los carpinteros se muden de Nevada? ¿Alguien puede afirmar seriamente que hemos perdido 6,7 millones de puestos de trabajo porque hay menos estadounidenses que quieran trabajar?. Pero era inevitable que los economistas de agua dulce acabaran atrapados en esta calle sin salida: si usted parte de la suposición de que las personas son perfectamente racionales y que los mercados son perfectamente eficientes entonces usted tiene que llegar a la conclusión de que el desempleo es voluntario y las recesiones deseables.

Si la crisis ha empujado a los economistas de agua dulce hacia el absurdo, también dió lugar a mucha perplejidad entre los economistas de agua salada. Su marco conceptual, al contrario del de la Escuela de Chicago, permite la posibilidad del desempleo involuntario y lo considera como algo malo. Pero el modelo Neo-Keynesiano que acabó dominando la enseñanza y la investigación asume que las personas son perfectamente racionales y que los mercados financieros son perfectamente eficientes. Para obtener con sus modelos algo parecido a la caída actual, los Neo-Keynesianos están obligados a introducir algún tipo de factor caprichoso que, por razones no especificadas, deprime temporariamente el gasto privado. (Esto es exactamente lo que he hecho en algunos de mis propios trabajos). Y si el análisis de donde nos encontramos actualmente depende de este factor caprichoso, ¿cuánta confianza podemos tener en las predicciones del modelo acerca de adónde vamos?.

En pocas palabras, el estado de la macro no es bueno. Entonces ¿adónde va la profesión desde aquí?

Próxima parte: VII. Defectos y fricciones

Esta es una traducción del artículo publicado en el diario New York Times del 6 de septiembre de 2009.

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