Como era de esperar, la entrevista a Paul Volcker que publicó el Wall Street Journal el 13 de diciembre de 2009, cuya traducción al castellano se encuentra en este sitio, generó muchos ecos. Uno de ellos, que quisiera compartir, es el artículo de Sylvain Cypel que se vió en Le Monde del 22 de diciembre de 2009, cuya traducción es la siguiente:

 

Vuelve, la muletilla de la decadencia americana

por Sylvain Cypel

Es sólo una encuesta, pero sus resultados son bastante asombrosos. El 3 de diciembre [de 2009] el muy respetable Pew Center publicaba los resultados de una encuesta de opinión realizada por el Council on Foreign Relations, un importante centro de reflexión sobre los asuntos internacionales.

Ante la pregunta sobre "El rol de América en el mundo", 25% de los consultados consideran que hoy es "más importante" que hace diez años; pero 41% estiman que lo es "menos". Ante la pregunta "¿Cual es el principal poder económico en el mundo?", 27% designan a su propio país [los EE.UU.] pero 44% responden "China" !

Un sentimiento de declinación invade al país. Ya se sentía durante la campaña presidencial. John McCain no paraba de decir que los Estados Unidos, a pesar de sus problemas, seguían siendo el líder mundial. Barack Obama, por su parte, insistía en que él sabría "restaurar la grandeza" de su país.

Claro que hay que desconfiar de los fenómenos coyunturales. El agotamiento de la economía americana es un estribillo recurrente. A principios de los años 90, cuando Sony compraba a Columbia y Mitsubishi al Rockefeller Center de Nueva York, la cuestión parecía cerrada: Japón iba a sobrepasar a los Estados Unidos. Ya sabemos lo que sucedió después. Es verdad que esta vez el sentimiento emerge sobre un telón de fondo de crisis grave y de cuestionamiento intelectual más intenso que hace veinte años.

El 14 de diciembre Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal (Fed) en los años 80 (bajo los presidentes Carter y luego Reagan), se explayaba para el Wall Street Journal sobre la pregunta: "¿La innovación financiera contribuye al crecimiento?" A los 82 años, el hombre conserva su vigor intelectual y una lengua bien puesta. Para muchos, si se le hubieran confiado las llaves del Tesoro, se habría hecho escuchar por los banqueros mejor que el vistoso pero muy complaciente Tim Geithner.

"Hace sesenta sesenta años que frecuento los medios financieros (...), siempre les oí decir que ellos son necesarios, deseables, maravillosos y que hacen la tarea de Dios". Así comienza la respuesta de Volcker, burlándose de declaraciones recientes de Lloyd Blankfein, el jefe de Goldman Sachs (GS).

Luego de preguntarse si los credit default swaps (CDS) y otros productos derivados de deuda constituyen "innovaciones financieras tan maravillosas que desearíamos que se creen aún más de ellas", el Sr. Volcker llega al punto esencial. "Encuentro muy pocas pruebas de que la masa de innovaciones surgidas de los mercados financieros haya tenido algún efecto sobre la productividad de nuestra economía. (...) Todo lo que sé es que la economía crecía alegremente en los años 50 y 60 sin ninguna de esas innovaciones. Todo iba bastante bien hasta los años 80, antes de que tuviéramos esos CDO (collateralized debt obligations), los CDS y toda esa titularización. Había entonces una tasa de crecimiento superior y, además, no se puso a toda la economía en riesgo de derrumbe."

Esta opinión se relaciona con una nostalgia de esta América industriosa y orgullosa de su predominio, surgida de la Gran Depresión y de la segunda guerra mundial. Una América donde ni el "lobby militar-industrial" ni Wall Street gozaban de mucho prestigio.

Justamente Wall Street y su principal estandarte: Goldman Sachs. Otro signo del sentimiento de declinación: hasta ayer se elogiaba la excepcional competencia de dicho banco, el hecho de que sus dirigentes habían visto venir el derrumbe de los "subprime" para sacárselos de encima antes que los demás. Pero los vientos cambian.

Bajo la apariencia de un ataque frontal contra su presidente, Lloyd Blankfein, el New York Times piensa haber encontrado la razón de la imagen degradada del prestigioso y venerable banco. Como en la leyenda judía del Dibbouk, un genio perverso se habría apropiado de su espíritu para roerlo desde el interior. Goldman era un magnífico banco de negocios que mutó en trader.

A partir de ahí, si bien el banco es "floreciente, su ética está marchita", titula el cotidiano. Según la investigadora, Jenny Anderson, "todo cambió radicalmente" al final de los años 90, cuando GS empezó a cotizar en la Bolsa e hizo del trading su actividad principal.

Ese cambio "se aceleró bajo el Sr. Blankfein", el actual presidente. El trading, sinónimo de dinero fácil, rápido y abundante, suplantó en GS al verdadero oficio de banquero de negocios, a su visión global de la economía y a sus colocaciones a largo plazo. El primero de los 14 "principios" de Goldman, "el interés del cliente ante todo", cedió su lugar al lucro.

Esta visión, nostálgica como la del Sr. Volcker, proviene del sentimiento de decadencia. Expresa la nostalgia de un paraíso capitalista perdido donde el dinamismo y la innovación estaban orientados hacia la producción de bienes; donde eran beneficiosos para el poder de compra de los asalariados y para las inversiones de las empresas.

En aquella América de los "años de prosperidad" (los "treinta gloriosos" como se dice en Francia), las empresas repartían entre los accionistas 23% de sus ganancias, y no 46% como fue el caso entre 1979 y 2008, según un estudio reciente de la OIT. Aquella América estaba segura de disponer de los mejores ingenieros, los mejores obreros y los mejores inventores. Hoy en día, cada año, Bill Gates se presenta ante una comisión del Congreso haciendo la misma advertencia: "Estamos perdiendo nuestra preeminencia tecnológica."




Bueno, mi primera impresión cuando leí el reportaje a Volcker fué que, más allá de la franqueza del lenguaje y el reconocimiento de la excepcional experiencia del personaje, el trasfondo de sus opiniones es más bien nostálgico. Y esto mismo es lo que expresa Cypel en el presente artículo, así que somos dos. El problema es que recuperar un cierto sentido de capitalismo responsable, por decirlo de algún modo, y volver a financiar el largo plazo requerirá algo más que nostalgia.
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