Una visión lúcida del futuro de la política norteamericana. Un optimista incorregible que conozco piensa que, si bien la visión es gris, no es una de largo plazo. Como prueba aporta el cambio de clima editorial del New York Times que parece estar saliendo del estado patriótico-conservador en el que cayó después del 11-9, y dice que ese cambio de clima anticipa una evolución del estado de humor de los pragmáticos Estadounidenses. Como dicen los Brasileros: ¡TOMARA!


LE MONDE
agosto de 2011

 

La agencia Standard & Poor's no está del todo errada

Por Alain Frachon

A veces los irresponsables dicen cosas justas. La agencia de notación financiera Standard & Poor's (S & P) brindó este verano un hermoso ejemplo de incoherencia económica. Al degradar, el 5 de agosto, la nota de la deuda norteamericana, creó el riesgo de una crisis importante acelerando el inicio de un pánico bursátil que, agregado a las desdichas persistentes de la zona euro, "degradó" apreciablemente el clima económico. Todo eso, equivocándose.

S & P expresó dudas sobre la capacidad de los EEUU para reembolsar su deuda pública: este es el sentido de la rebaja de la "nota" de Washington de AAA a AA+. Si esto fuese verdad, el gobierno federal debería tener dificultades para la colocación de sus bonos del Tesoro, es decir para financiar el reintegro de sus deudas mediante empréstitos. Nada es más falso.

A lo largo del mes de agosto los inversores hicieron cola para comprar los famosos Treasury Bonds, los "TBs". En ningún momento el departamento del Tesoro debió aumentar la remuneración de sus empréstitos para tornarlos más atractivos. Los mercados quieren a los TBs. Tienen confianza en el crédito de los EEUU, no dudan de su solvencia.

Pero lo que expresó S & P también es correcto: enunció una verdad política. No basó su juicio solamente sobre consideraciones económicas y financieras sino que hizo una apreciación sobre el funcionamiento de la democracia americana. O más bien sobre su funcionamiento defectuoso. Standard & Poor's escribe: "La maquinaria política de los EEUU, sus instituciones políticas, se tornaron menos eficaces, menos estables y menos previsibles en momentos en que el país hace frente a numerosos desafíos económicos". Es difícil no estar de acuerdo.

Lo que esto señala es el bloqueo del sistema político estadounidense, la incapacidad mostrada por la Casa Blanca y el Congreso para encontrar un compromiso serio sobre la reducción del déficit presupuestario. A inicios del verano el demócrata Barack Obama y el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, habían llegado a un acuerdo. Después de semanas de negociaciones, habían armado un "paquete presupuestario" destinado a sanear de modo duradero las finanzas de los EEUU. Se trataba de recortes drásticos de los gastos públicos, principalmente los sociales, y de un aumento de la presión impositiva.

Si este programa hubiera sido aprobado, S & P no habría degradado la nota de la deuda soberana estadounidense. Pero, bajo la presión de su ala derecha y principalmente de los extremistas del Tea Party, la mayoría republicana de la cámara torpedeó el acuerdo. El motivo: los republicanos rechazan el menor aumento de los impuestos. Para ellos la palabra "impuesto" es tabú, una prohibición absoluta.

Obama se resolvió, in extremis, a aceptar una solución a corto plazo, una rectificación presupuestaria tal como lo deseado por sus adversarios en la cámara: cortes en los gastos públicos. Sin este acuerdo de mínima sobre el presupuesto, los republicanos se habrían opuesto al aumento del límite de la deuda pública estatal, que había alcanzado su tope legal, y Washington habría corrido el riesgo de la cesación de pagos. Obama no quiso correr ese riesgo. La mecánica de las instituciones estadounidenses fracasó en una cuestión clave que compromete el crédito del país: no permitió alcanzar una decisión. El episodio dejó la imagen de un sistema que se quedó sin aire. No es ésta la primera vez que la capital federal se encuentra en una situación de bloqueo, ni la primera vez que la Casa Blanca y el Congreso se encuentran en manos de diferentes partidos.

Habitualmente Washington resuelve estas situaciones gracias a una tradición de compromiso político sólidamente establecida. Al principio de los 80, personas tan opuestas como el republicano Ronald Reagan y el presidente demócrata de la Cámara Tip O'Neill, terminaban siempre por encontrar un acuerdo sobre el presupuesto.

Esta aptitud a las concesiones recíprocas era la característica de los dos grandes partidos de los EEUU desde 1945. Ella era el reflejo de un amplio consenso ideológico que permitía delinear mayorías bipartidistas dependiendo de los temas. En general se concordaba sobre el hecho de que el fuerte de los EEUU consistía sobre todo en el espíritu emprendedor, que debía ser moderado con el esquema de Estado-providencia que el presidente Franklin Roosevelt había puesto en marcha en los años 30. Había divergencias sobre el tamaño de ese "Welfare State", nó sobre su necesidad: los demócratas lo deseaban más desarrollado que los republicanos.

Esta época parece haber terminado. Las mayorías bipartidistas son ahora la excepción. El sistema se traba cada vez más seguido. La era del consenso ideológico, que hacía fuerte al sistema político estadounidense, parece haber llegado a su fin. En el New York Times el politólogo Keith T. Poole, de la Universidad de California, considera que hace más de un siglo que las divergencias ideológicas en el Congreso no son tan profundas.

Poole considera que eso es el resultado del deslizamiento del partido republicano. Bajo la presión del Tea Party, los republicanos de hoy actúan como si hubiera que terminar con la herencia de Roosevelt. Ronald Reagan deseaba disminuir el Estado-providencia, pero los integristas del Tea Party desean suprimirlo.

Ellos le atribuyen la responsabilidad de la enorme deuda estadounidense, mientras que son principalmente los republicanos quienes la han originado: años de demonización (y de reducción) de los impuestos han reducido constantemente los ingresos del estado. Al fin y al cabo la deuda está hecha de gastos no financiados por los impuestos.

La situación no se va a componer. En agosto, la batalla de las primarias republicanas para la elección presidencial de 2012 tuvo un giro radical impulsando a favoritos del movimiento Tea Party, Michelle Bachmann, candidata de Minnesota, y Rick Perry, gobernador de Texas. La fractura ideológica se amplía.


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